lunes, 8 de enero de 2007

El primer dia de viaje



Nace el nuevo día, 26 de diciembre del 2006, aun lo recuerdo en mi piel y todavía lo llevo conmigo a ese día tan esperado que marcaría el comienzo de tan ansiado viaje. Fresca mañana a las 6:30 am, me levanto de un sólo salto a ver por la ventana como me recibiría el naciente, cargamos las mochilas en la luneta del auto y rumbo a Jesús María partimos.
En la plaza de la capital del folclore con mate en mano comienza a volar la imaginación y a soñar las grandes aventuras que nos esperarían. A las 8 am abría el Banco Nación y allí hicimos el depósito de nuestro sustento económico que no sabemos cuánto irá a durar, y salimos en busca de un tren que nos lleve hacia el norte argentino. Luego de varias averiguaciones que implicarían unas largas caminatas con las pesadas mochilas por la ciudad, descubrimos que el tren carguero que sube hacia el norte pasa cuando quiere y no era seguro que aun pasando ese mismo día nos llevase, por lo que decidimos salir a la ruta y comenzar a probar suerte. Nuestro primer chofer, un estudiante de arquitectura con su joven familia nos da un empujón , el primero y más importante, dejándonos en el cruce de la ruta 9 con la 60 que nos llevaría hacia Catamarca. Ya en el cruce y tras sólo 40 min de espera, para nuestro segundo transporte, una camioneta F100 vieja conducida por un señor del cuál no recuerdo el nombre, padre de un médico, acompañado por sus dos hijos y los dos nuevos tripulantes, todos en una cabina simple, lo que hizo que nuestro viaje hacia Quilino fuese bien tibiesito.
El mediodía del norte cordobés nos recibió como esperábamos, con un tremendo sol que nos daba la bienvenida en la cálida salina, y nosotros bajo un pequeño arbolito retrucábamos con una gran taza de sopa caliente. Salimos a las 14 pm en un camión de la empresa Loma Negra cuyo conductor era oriundo de Salsipuedes, donde recide el capitán descalzo ( Luciano) y tras atravesar las desiertas salinas, donde el pobre suda dolor, aterrizamos en San Antonio de la Paz, pueblito pequeño del departamento de La Paz en Catamarca donde el sustento de sus habitantes es la frabricación de carbón de leña el cual practicamente se regala (3 pesos la bolsa de 50 kg) y su patrimonio más deseado es la sombra de los arboles y la sagrada siesta, hábito compartido por sus hermanos santiagueños. Nos costó bastante salir de San Antonio, no pasan muchos vehículos por esa ruta, por lo que 4 hs de espera bastaron para que estemos a punto de tomar un colectivo rumbo a Icaño, cuando un R12 azul fue nuestra salvación. El chofer, un cordobés que desde hace poco vivía en la zona, nos llevo a Icaño pese que ese no era su destino y nos dejo junto al seco río para que allí hiciéramos noche, junto a un ejército de juanitas meonas que a fuerza de insistente voluntad querían perfumar nuestros ya inmundos cuerpos.
Cocinamos unas ricas milanesas en mi maltrecho calentador a alcohol (gracias Ana), que quedaron semi crudas, para no decir crudas del todo, y luego de una banana de postre el sueño nos planchó finalizando así el primer día de viaje.

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